Dieta, flora intestinal y depresión
Llevaba
tiempo interesado en estudiar la relación entre el intestino y la
depresión. Lleva unos años atrayendo investigaciones, y además es
una relación que se conoce desde hace tiempo. Si llevamos tantos
siglos hablando de nudos en el estómago es que algo tiene que haber
Por
qué es interesante estudiar la relación intestino-cerebro
El señor Mayer hizo un estudio bastante interesante con
lácteos fermentados: les dió a mujeres sanas yogur 2 veces al día.
Era un yogur con distintas especies de bacterias vivas; y después de
4 semanas, comparó al grupo de mujeres que había tomado yogur con
otro que no había tomado nada. Al hacerles prubeas funcionales con
resonancias magnéticas, las mujeres que habían tomado yogur mostró
diferencias en tareas de reconocimiento emocional. Según dice este
señor, así se demuestra la capacidad de las bacterias intestinales
de cambiar nuestro cerebro.
Las
teorías de cómo actúa la relación cerebro-intestino son variadas,
lo que quiere decir que nadie tiene muy claro como funciona el tema.
La teoría 1 es la de los neurotransmisores. Estas sustancias sirven
para conectar células neuronales, y en el intestino hay bastantes de
estas células. El 90% de la serotonina del cuerpo se encuentra en el
intestino, y este es uno de los principales neurotransmisores
implicados en la depresión. Las bacterias intestinales pueden
metabolizar en mayor o menor medida los neurotransmisores, que
llegarían en cantidades diferentes al cerebro.
La
teoría número 2 es la del nervio vago, que conecta directamente el
intestino y el cerebro. Según nuestro tipo de microbiota se activa
más o menos el nervio vago.
Y la
teoría número 3 tiene que ver con la sistema inmune del organismo.
Las bacterias intestinales están implicadas en la regulación de las
citoquinas, que son unas proteínas implicadas en la regulación del
sistema inmune, sobretodo la inflamación. Se cree que la inflamación
tiene un papel importante en enfermedades como la depresión o la
esquizofrenia, y también parece que hay una relación entre
enfermedades inflamatorias y salud mental. Por ejemplo, en la
enfermedad de intestino irritable, en la que hay una tendencia hacia
la ansiedad y la depresión mayor que en el resto de la población.
Hay
además otros datos interesantes; al cambiar la dieta se alteran los
niveles de BDNF, una proteína que cambia la neuroplasticidad
cerebral; y la respuesta al estrés a traves de hormonas como el
cortisol.
Así
que por lo que vemos, en todas las teorías el microbioma (el
conjunto de bacterias del intestino) juega un papel principal. Y las
intervenciones que hacemos en la dieta suelen afectar a este eje
sistema nervioso central – microbiota. Las consecuencias de este
eje pueden afectar a la regulación de los neurotransmisores, la
inflamación o las hormonas como el cortisol, que están implicadas
en la respuesta al estrés. También es muy importante tener claro
que la relación sistema nervioso central – microbiota es
bidireccional. Si cambia el cerebro, cambia la microbiota, y también
al contrario.
Qué
dieta ayuda contra la depresión y qué dieta la provoca
Pues
no hay muchas sorpresas en este punto: la dieta mediterránea ha
demostrado sus beneficios como en muchos otros campos. En esta dieta
los componentes principales son una ingesta superior de frutas,
verduras, pescado, cereales integrales, productos lácteos con poca
grasa y grasas de buena calidad (las insaturadas, como la del aceite
de oliva). También tiene algunas características particulares, como
un mayor consumo de legumbres, verduras de hoja verde como espinacas
o más aceite de oliva que en otras dietas.
Por
otro lado los productos que demuestran una relación directa con la
depresión al consumirse frecuentemente son las carnes rojas o
procesadas, granos refinados, productos azucarados y productos
lácteos con alto contenido graso. También es aconsejable evitar las
grasas saturadas.
En
otros estudios han demostrado que otras dietas equilibradas también
aportan un beneficio similar; sin embargo, otras dietas tradicionales
como la japonesa o la noruega han tenido resultados contradictorios,
aún hacen falta más estudios para poder aclarar sus efectos.
Los
efectos de la dieta también son independientes del aumento o la
disminución de peso que resultan de cada dieta; así que no es una
cuestión simple de calorías.
Además
de la dieta, también se han hecho intentos de identificar variables
específicas dentro de la dieta que ayuden contra la depresión. Por
ejemplo, si las personas que consumen más vitamina B tienen menos
depresión. Los estudios no han sido concluyentes, y los factores que
han demostrado un beneficio son el hierro, el magnesio, el zinc y el
aceite de pescado.
Cuando
se han estudiado los complementos alimenticios, los resultados han
sido mixtos y no muy claros, así que es difícil hacer
recomendaciones categóricas a este respecto. Entre los más
prometedores están los complementos de magnesio, vitamina B y
vitamina D. En definitiva, es mucho mejor aprender a comer y cambiar
la forma de comer que tomarnos una pastilla como suplemento y
olvidarnos de lo demás.
Cambiando
la microbiota
Además de cambiar la dieta, que tiene la capacidad de
cambiar nuestra flora intestinal, hay otras intervenciones que tienen
ese mismo objetivo.
1.- Trasplantes fecales: hay estudios muy interesantes,
sobretodo con animales. En uno de los estudios tomaron muestras
fecales a un grupo de personas con depresión. Después les hicieron
un trasplante de heces a ratas sanas con esas heces; y al cabo de un
tiempo las ratas habían desarrollado síntomas de depresión. Esto
quizás se pueda hacer al revés; coger heces de gente sana y
trasplantarla a gente con depresión. Los datos aún son preliminares
pero parecen prometedores. La forma de hacer el trasplante también
se está estudiando, y se puede hacer por sonda nasogástrica,
colonoscopia o con simples pastillas. Ojalá que el método de las
pastillas sea igual de efectivo, porque seguro que con los otros
métodos se reducen mucho los voluntarios para estos trasplantes.
2.- Dieta: respecto a la dieta que más favorece nuestra
flora, podemos nombrar las recomendaciones del señor Mayer, al que
ya mentamos al principio del artículo. Según él, la dieta debe ser
predominantemente vegetal, con poca carne roja y productos
procesados. Además es bueno incluir lácteos fermentados como kefir,
kimchi, o simplemente yogur. No son grandes novedades respecto a lo
que hemos hablado en el párrafo anterior.
3.- Pre y probióticos: la intervención más habitual
para cambiar la flora intestinal, hasta ahora, han sido los
suplementos con probióticos o prebióticos. Los prebióticos son
alimentos que no podemos digerir directamente, pero que afectan
positivamente a la flora intestinal. Los probióticos son bacterias
vivas que se incluyen en nuestra flora intestinal. Por simplificarlo,
los prebióticos son alimentos para nuestra flora; los probióticos
son flora que nos tomamos directamente.
Los probióticos son los más habituales en los
estudios, pero por desgracia aún hay muchas interrogantes alrededor
de pre y probióticos. No sabemos qué especies utilizar, en qué
combinación, qué dosis ni qué duración es la óptima.
Por lo que sabemos, las especies de Lactobacillus y
Bifidobacterium son las más adecuadas para tratar depresión y
ansiedad. En concreto las subespecies Lactobacillus Helveticus y
Bifidobacterium Longum son las más habituales en los estudios, pero
la información disponible no es buena; aún no sabemos qué especies
son las mejores para tratar trastornos mentales. Además, los
estudios suelen ser sobre una combinación de bacterias; por eso es
aún más difícil saber qué tipo de bacteria recomendar.
Lo mismo puede decirse sobre las dosis y la duración
del tratamiento, en los meta-análisis que he consultado hay muy
poquita información al respecto. Mi intuición y conocimiento me
dicen que habría que darle un tiempo relativamente largo a cualquier
tratamiento psiquiátrico; me puedo aventurar a recomendar 2 meses
antes de hacer una evaluación de la efectividad.
Entonces,
¿tomo o no tomo probióticos?
Por ahora los probióticos son un tratamiento muy poco
estudiado en depresión. Los estudios hasta ahora demuestran que son
efectivos en depresiones de poca gravedad. En ratas ha demostrado en
algún estudio específico una eficacia similar a los antidepresivos,
pero en humanos por ahora hay muy poco en lo que basarse. No se puede
recomendar en ningún caso como sustituto de éstos; pero en casos de
depresiones leves puede ser un tratamiento alternativo con pocos
efectos secundarios. Como terapia adyacente a los antidepresivos
también puede ser interesante, y hay poco que perder probándolos.
Lo mismo puede decirse sobre la dieta, no hay ninguna
excusa para no aprender a comer y llevar una dieta equilibrada;
quizás se evitaría en muchos casos tomar otros fármacos como
benzodiacepinas o antidepresivos.
Fuentes
/ inspiración / lecturas recomendadas
1.-The effects of probiotics on depressive symptoms in humans: a systematic review. - doi:10.1186/s12991-017-0138-2
2.- Nutritional psychiatry: the present state of the evidence – doi:10.1017/S0029665117002026
3.-
Gut feeling-
https://pulse.embs.org/november-2017/link-depression-gut-bacteria/
Comentarios
Publicar un comentario